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Nuevos apartados:

Los «Cien pasos de una vía de humanidad» de Lluís Maria Xirinacs.
Dolors Marin Tuyà.
Artículos publicados en la revista Penedès Econòmic.

Al servicio de este pueblo.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el diario Avui, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979, traducidos al castellano.

Diario de un senador.
Lluís Maria Xirinacs.
Artículos publicados en el rotativo Mundo Diario, cuando Lluís Maria Xirinacs era senador independiente en las Cortes Constituyentes españolas, entre los años 1977 y 1979.

Publicaciones:

Mundo alternativo.
Lluís Maria Xirinacs.

Pequeña historia de la moneda.
Agustí Chalaux de Subirà, Brauli Tamarit Tamarit.

El capitalismo comunitario.
Agustí Chalaux de Subirà.

Un instrumento para construir la paz.
Agustí Chalaux de Subirà.

Leyendas semíticas sobre la banca.
Agustí Chalaux de Subirà.

Ensayo sobre Moneda, Mercado y Sociedad.
Magdalena Grau Figueras,
Agustí Chalaux de Subirà.

El poder del dinero.
Martí Olivella.

Introducción al Sistema General.
Magdalena Grau,
Agustí Chalaux.

Razón e instinto. Diario de un senador. Índice. Diario de un senador. Sol gris. Diario de un senador.

Diario de un senador.

Mundo Diario. Logotipo histórico.Mundo Diario. Domingo, 24 de Julio de 1977.

Parto con dolor: Las nuevas Cortes.

Lluís Maria Xirinacs. Intervención en el pleno del Senado.7 de la mañana. Salgo de casa. Metro hasta Sants. 35 pesetas, y un tren rápido hasta el aeropuerto. Esperando en él, cinco senadores.

8.30 avión. 2.560 pesetas a cargo del presupuesto del estado, léase, del pueblo. Veo Igualada, pequeñita, con sus 30.000 habitantes, desde los 8.000 metros de mi senaduría. Corro la mitad de la península en tres cuartos de hora.

9.15 en Madrid. 35 pesetas de autobús, hasta la plaza de Colón. Discuto con un senador de Tarragona; Tarradellas, sí, Tarradellas, no. Las tensiones internas de los catalanes, ahora que se acerca el poder, están al orden del día.

10.30 ante las Cortes. He caminado desde la Plaza Colón, sorbiendo el vivir cotidiano del entrañable pueblo madrileño. El pueblo es sabroso en cualquier parte del mundo. Ya en Neptuno, gran despliegue policial. Alrededor de las Cortes se masca la falta de amnistía, la tragedia de Carabanchel. El Palacio parece un pabellón real de campaña. Tiene un gran damasco sostenido, por lanzas mediavales, a modo de dosel. Las huestes a su alrededor.

11. Busco con la mirada entre la muchedumbre que aguarda el momento culminante de la transición política. Estoy citado con un compañero de prisión. 19 años de prisión, por motivos políticos (?). Él estaba en el arroyo. Mataron a su padre en 1939 en Vallecas, por republicano. Mientras lo espero, me rodean jóvenes que me conocen. Hablan del motín de Carabanchel y de otras cárceles. Quieren que haga algo. Hay desesperación. Hay quien se abrió las venas y quien se las abrirá. Llevo en la cartera un proyecto de ley de amnistía. Veo difícil poderlo entregar hoy al Rey. La litúrgia es inexorable. Llega el amigo expreso. La gente lo mira con respecto. ¡18 años en la cárcel! Mi mejor amigo de allí. Casi no hablamos. ¿Qué decir? Van pasando hacia las Cortes racimos de diputados y senadores. 8.000 metros más arriba.

11.30. Trato de cruzar la calle. La Policía no me deja. Ya está la compañía que ha de rendir honores al Rey. Doy una vuelta. Entro en las Cortes entre disparos fotográficos. Me sorprende el saludo espontáneo del ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino Oreja. Nuevos tiempos. El hemiciclo está a rebosar. Cuantas butacas, tantos parlamentarios. Así lo quiso la ley de Reforma. Así de sencillo. «Hemos conseguido que las Instituciones den cabida en su seno a todas aquellas opciones que cuentan con respaldo en la sociedad española». Rex dixit. No sé dónde están los míos. Me hacen señas desde «la Montaña». Subo. Al fondo. Queda un sitio, por casualidad. A mi lado, un alavés del PSOE me dice que por Euskadi se envidia la inteligencia política de los catalanes. Cuatro filas más abajo, dos cabezas de plata, Dolores Ibarruri y Gregorio López Raimundo y una calvicie mediada, Santiago Carrillo. A lo lejos, a mi derecha, Reventós y, a mi izquierda, Pujol, diluídos, perdidos, como mi Catalunya. A Canyellas, a Barrera, ni los diviso.

11.45. Aparece Rodolfo Martín Villa. Anoche, me llegó un telegrama suyo: «Agradecería me indicaran qué casos, a su juicio, quedan pendientes. Cordialmente, Martín Villa». Esta madrugada he revuelto ficheros y he hecho la lista de los presos políticos catalanes que aún esperan. Son 26. Desciendo de la última grada. Atravieso el hemiciclo. Martín Villa deja a Fernández Ordóñez y me atiende muy bien. Otra vez los nuevos tiempos. Queda muy extrañado de una lista tan larga. Sólo pensaba en aplicar amnistías pasadas, que nada más afectan a cuatro. Se asusta cuando le digo que dos de los cuatro esperan juicio desde hace dos años. Se guarda la lista: «Ya veremos». Los periodistas están intrigados. Pero empieza la sesión.

12. Llegan los Reyes. Sencillos, precedidos de Suárez, delgadísimo, y del Presidente de las Cortes, delgadísmo. Todos de pie. No todos aplauden. Luego, todos se sientan. Digo mal, uno se quedó en pie. No ha llegado la amnistía reconciliadora, después de haberla pedido la inmensa mayoría del pueblo y de los partidos. «En estos momentos cruciales de nuestra historia, hemos de procurar eliminar para siempre las causas históricas de nuestros enfrentamientos». «Quiero señalar la función integradora de la Corona y su poder arbitral». No ha llegado la amnistía en el mejor momento, en el punto culminante del proceso original de semireforma y semirruptura, que estamos pasando. Y en el fondo de la sala del Congreso se divisa un parlamentario que permanece en pie hasta el fin del acto. Queremos entrar en la democracia sin pasar por la puerta. El Rey habla un cuarto de hora. Lo mejor: «la Corona desea una Constitución». Hay sombras. Un partido ganó por demasiada diferencia para que salga la constitución a gusto de todos. Lo peor: «las comunidades regionales». Monarquía, monarquía, ¿cómo quieres que te prefiramos a la república si ella nos dio lo que era nuestro y tú no nos los quieres dar? Me queman los pies en los suelos de las Cortes Españolas que aún no me han devuelto mis Cortes Catalanas. El Rey resume los logros obtenidos: pluralismo, Estado de derecho, armonía. «Sólo una sociedad que atienda a los derechos de las personas para proporcionarles iguales oportunidades y que evite las desigualdades impuestas, puede ser hoy una sociedad libre». Un quiebro: nos pide que vigilemos el reparto de las cargas económicas. Sin decirlo está riñendo a los grandes que no quieren pagar según su patrimonio, que no quieren fisgones en sus cuentas. El Rey acaba. No le aplauden todos. Se marcha con sencillez. Yo también, cuando me los permiten los periodistas, que quieren saber mis secretos con Martín Villa. Se copian entera la lista de los presos políticos catalanes.

12.30. La salida. Unos me aplauden, otros me entregan papeles reivindicativos. Muchos, después de esta inauguración, aún se sienten marginados. «Lo decisivo es que nadie pueda sentirse marginado». «La Corona desea un ejercicio de la autoridad sin discriminaciones». «Estoy convencido de que esta Cámaras no olvidarán la necesidad de atender especialmente a los sectores menos favorecidos de nuestro pueblo». Regreso a pie a Colón. Autobús a Barajas. No hay avión hasta las 16.

16. 2.560 pesetas más de avión. Casi seis mil pesetas, en total, por un cuarto de hora de discurso. ¿Austeridad? ¿No podíamos haber trabajado esta tarde en Madrid?

18. Llego a Casa. Escribo esta crónica. Estas Cortes tan imperfectas han costado ríos de sangre y sufrimientos. Vamos a servir a ese Parlamento de verdad. Es nuestro hijo. «Sé perfectamente que estas Cortes van a dar ejemplo al país de austeridad, de entrega y de eficacia». Lo prometemos.

Ya dimos ejemplo al país, de amnistiarnos los unos parlamentarios a los otros, pero, a pesar de ello, los que pueden no han querido extender la amnistía definitiva al país. Habrá que continuar la interminable guardia ante la prisión Modelo. Los nuevos tiempos aún no han podido acabar con los viejos tiempos...

Lluís M. Xirinacs.

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